
Antes, en la Fiesta de Todos los Santos, comíamos buñuelos rellenos, manzanas de caramelo, asábamos castañas y batatas que expolvoreábamos con azúcar y canela y sobre todo nos comíamos sus huesos, los de los Santos (que ahora que lo pienso resulta bastante más terrorífico que esas calabazas con dientes) . No había ni truco ni trato. Nadie en éste país había escuchado hablar del Halloween y no lo pasábamos mal.